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Feminismo: Mujeres de la frontera derriban tabúes

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Historia y fotografías de Claudia Hernández

Desde marchas, campañas y revueltas, el feminismo se ha ganado su lugar en el reflector. Esto podría deberse a un aumento de conciencia social que ha habido desde varios años atrás.

El feminismo es una de las manifestaciones históricas más significativas emprendidas por las mujeres en busca de equidad en derechos humanos. Esto cobró vida después de la independencia de los Estados Unidos en 1776 y la Revolución Francesa en 1789.  La idea comenzó después de que los logros obtenidos por estas guerras no beneficiaran a las mujeres. A pesar de conformar la mitad de la población estadounidense, las mujeres aún no contaban con una voz en la sociedad.

Fue entonces que las mujeres se unieron y movilizaron hasta alcanzar el derecho a votar en las elecciones federales de 1920, cuando la enmienda 19 fue aprobada en Estados Unidos.

Pero no todo acabó ahí. Tras ese acontecimiento, las mujeres demandaron equidad social, la eliminación de discriminación civil para las mujeres casadas, el acceso a la educación y a un trabajo remunerado justamente.

EL FEMINISMO EN EL PASO

El Paso es considerada una ciudad distinta a las demás cuando se trata de problemas sociales, ya que es un lugar cuya población es mayormente bicultural. Según el censo hecho por el gobierno estadounidense en el 2016, sólo el 11 por ciento de la gente viviendo en El Paso forma parte de la raza anglosajona. Esto quiere decir que El Paso cuenta con una amplia población proveniente de diferentes países.

Las costumbres y la rutina estadounidense no son usuales en esta ciudad fronteriza. El Paso consiste mayormente de culturas colectivas, es decir, las culturas en las que el bien como sociedad es más importante que el bien individual. Aunque también se pueden notar culturas individualistas, culturas en donde la sociedad se preocupa más por el bien individual.

Esto fue lo que llamó la atención de la doctora Deepanwita Dasgupta, profesora de filosofía en la Universidad de Texas en El Paso. Ella nació y fue criada en la India y al llegar a los Estados Unidos para estudiar una carrera universitaria, vio la diferencia entre el rol que juega la mujer en una sociedad fronteriza y en su país natal. “Todos somos feministas en el sentido que buscamos el derecho a la educación, a ser capaces de perseguir un trabajo o alguna meta por sí mismos. A tener la posibilidad de viajar, de expresar opiniones, de escribir y no necesariamente siempre tener que abandonar tus objetivos y tus sueños por alguna otra cosa que la gente te exija”, Dasgupta dice.

El individualismo puede llegar a ser un choque cultural, Dasgupta dice, y más cuando se viene de un país en el cual la familia es el núcleo de la sociedad. El individualismo enfatiza la dignidad moral del individuo. Estados Unidos se rige por esa posición moral, ya que promueve la independencia y autosuficiencia. Esto no es el caso en El Paso debido a que la ciudad tiene un porcentaje mayor al 80 por ciento de población hispana y se comparten ideas colectivistas.

Maissa Khatib, una mujer nacida y criada en Líbano, cuenta su experiencia desde que decidió mudarse a El Paso. Tras ser hija de un padre refugiado, ella no pudo ser registrada como libanesa en su propio país, sino como refugiada. Al no tener nacionalidad, Khatib no pudo gozar de las mismas oportunidades que un ciudadano libanés. A pesar de sufrir una infancia sin muchas oportunidades debido a su estatus migratorio, Khatib explica cómo su familia vivía una situación única en su país. “La gente siempre se reía de mi papá por no ser ‘suficientemente hombre’, porque lavaba trastes, cocinaba y planchaba nuestros uniformes. Pero esto significaba que mi mamá y mi papá eran un equipo, y como equipo, se ayudaban mutuamente”, Khatib explica. “Fui criada en una familia feminista sin siquiera darme cuenta, y esas fueron las semillas que se quedaron sembradas en mí. Yo veía los roles de género completamente diferente a las personas de mi edad y de la sociedad donde vivía”.

Khatib actualmente reside en El Paso, lugar al que hoy llama hogar. Ahora es maestra y directora del programa árabe en UTEP, lugar donde estudió un doctorado en ciencias interdisciplinarias de la salud. Su rama de estudio gira alrededor de la aculturación, integración, inmigración y la salud de las mujeres. “En los espacios públicos, siento que El Paso aún está lidiando con mucho machismo. He visto como muchas veces los hombres creen que tienen más derechos que las mujeres por el simple hecho de ser hombres”, Khatib dice.

LAS MUJERES EN EL CAMPO LABORAL

En Estados Unidos, las mujeres ganan 80 centavos a comparación del dólar que ganan los hombres en el campo laboral. Según la Organización Internacional del Trabajo, las mujeres, teniendo el mismo puesto con las mismas responsabilidades, ganan 22.9 por ciento menos que los hombres.

La justificación de esto es que el hombre es el proveedor del hogar y debe de ganar más que una mujer.

Federica Kraft, ingeniera nacida y criada en Alemania, llegó a El Paso hace tres años para trabajar en una empresa alemana llamada Bosch. Al llegar a El Paso, Kraft notó una combinación peculiar entre la cultura de Estados Unidos y la hispana. “Las mujeres en El Paso parecen ser muy fuertes, dicen lo que sienten. Pero cuando hablo con algunos de mis colegas, los hombres siempre me dicen que saben que sus parejas dependen completamente de ellos”, Kraft dice. “Esto significa que muchas mujeres pueden llegar a aceptar muchas cosas en una relación por el simple hecho de sentirse que dependen de ellos”.

De acuerdo con Guillermina Núñez-Mchiri, directora del programa de estudios de género y la mujer en UTEP, un salario justo podría ayudar a las mujeres y familias a salir adelante y también podría crear un ciclo de progreso y avance socioeconómico.

Núñez-Mchiri, quien nació en Estados Unidos con ascendencia mexicana, fue criada en México y Estados Unidos al mismo tiempo. Al vivir cruzando de un país a otro, pudo ver contrastes culturales que le dieron su forma propia de ver al mundo y a las mujeres. Hoy en día, Núñez-Mchiri cuenta con un doctorado en antropología y da clases en UTEP. “En esta sociedad, el hogar que tiene papá, mamá y dos niños, ya son menos de una cuarta parte de todas las viviendas en Estados Unidos. Hay mamás que son las proveedoras principales de sus hijos pero si las expectativas son que ‘como tienes a alguien que te mantenga, por eso no te voy a pagar igual’, entonces estamos mal como sociedad”, Núñez-Mchiri dice.

Gerardo Sáenz, estudiante de producción de medios digitales en UTEP, dice haber cambiado su opinión sobre la sociedad tras haber tomado una clase enfocada en estudios de la mujer. “La clase habla de la mujer en los años 30, sobre cómo era proyectada por los directores, y se nota mucho cómo usaban a la mujer como un medio para llegar a la audiencia y para someter a la mujer a estar en ciertos roles que la sociedad las obligaba a estar, (como) el cocinar, y el estar en la casa”, Gerardo explica.

Gerardo dice ver a El Paso con una actitud un poco más abierta al feminismo desde algunos años atrás. “He visto el movimiento feminista un poco más proyectado en El Paso en comparación con otros años pasados. Se nota que las mujeres están pidiendo más igualdad ante la injusticia. Pero sin duda hace falta despertar aún a más gente”, Gerardo dice.  “El feminismo es algo que se necesita, es algo muy bueno. Sin embargo, como todo, necesita tener una medida. Hay una línea muy delgada entre los extremos, ya sea ser muy sumiso o radical, hace que el movimiento pierda sus objetivos”.

EL PASO: UNA CIUDAD DISTINTA

Las mujeres en El Paso han sido testigos de contradicciones en cuanto a feminismo ya que hay personas que no saben cómo actuar cuando se presentan en una situación de dominio masculino. Por un lado, la globalización ha hecho que las mujeres sepan cuáles son sus derechos, pero por otro, algunas mujeres han sido educadas dentro de familias machistas. “Los derechos aquí (El Paso) no son diferentes a los derechos de cualquier norteamericano, pero la manera de ponerlos en práctica es lo diferente”, Dasgupta dice. “En algunas culturas, las mujeres son valoradas según su belleza. En otras, las mujeres son valoradas no por su belleza, sino por el apoyo que puedan brindarle a la sociedad”.

Khatib dice que para generar un cambio en la sociedad, las generaciones más jóvenes tienen que conocer este concepto y su significado. Con estos esfuerzos, ella dice El Paso podría ofrecer un espacio reconfortante a personas de otras culturas que han sufrido de discriminación.  “Hay que empezar con la educación desde etapas tempranas. A través de actividades tanto curriculares como extracurriculares, en donde las mujeres y los hombres son tratados de la misma manera”, Khatib dice. “Tenemos que reforzar la equidad de género practicando este valor desde edades tempranas. Todo debería estar basado en el potencial y la capacidad de las personas, no en su género”.

IN BRIEF

Through campaigns and peaceful marches, women have demanded gender equality, allowing the feminist movement to grow and expand throughout different parts of the world.

Deepanwita Dasgupta, professor of philosophy at the University of Texas at El Paso, was born and raised in India. She said that after arriving to the United States for her college education, she noticed the difference in roles between women living on the border and in her native country. “We are all feminists in the sense that we seek the right to education, the pursuing of a job and goals. To have the opportunity to travel, to express opinions, to write and not necessarily always have to abandon your goals and your dreams for something else that people demand,“ Dasgupta says.

Maissa Khatib, a woman born and raised in Lebanon and the daughter of a refugee father, said she could not be registered as Lebanese citizen in her own country because she was considered a refugee as well. Despite suffering a childhood without equal opportunities, Khatib said her family lived a unique situation. “People always laughed at my dad because he was not ‘man enough,’ because he was washing dishes, cooking and ironing our uniforms. But this meant that my mom and dad were a team, and as a team, they helped each other,” Khatib says. “I was raised in a feminist family without even realizing it, and those were the seeds that were sown in me.”

Khatib, who is also the director of the Arabic program at UTEP, says El Paso is still far away from reaching gender equality. “In public spaces, I feel that El Paso is still dealing with a lot of machismo. I have seen how many times men believe they have more rights than women for the simple fact of being men,” Khatib says.

Interim director of the Women and Gender Studies Program at UTEP, Guillermina Núñez-Mchiri, says a fair wage could help women and families create a cycle of progress and socio-economic advancement. “In this society, the home that has a dad, a mom and two children, are already less than a quarter of all homes in the United States. There are moms who are the main providers of their children, but people who believe in stereotypes against women do not pay them what they deserve,” Núñez-Mchiri says.

Gerardo Sáenz, a digital media production major at UTEP, says he took a film class with feminist concepts, which changed his opinion. “Taking that class changed my point of view on how this society has treated women over the years,” Sáenz says. “The class explains how film directors used women as a means to enforce women into certain roles like cooking and being a housewife.”

Khatib says that with educational efforts, El Paso could offer an encouraging space to people from other cultures, who have been victims of discrimination. “We need to reinforce gender equity by practicing this value from an early age. Everything should be based on the potential and capacity of people, not their gender,” Khatib says.

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