También a Ellos

Nicole Chávez, Writer

Desórdenes alimenticios

José Meléndez nunca supo lo que era la ropa de niño. Cuando aún cursaba la primaria tenía que usar ropa y zapatos de adulto. Sus camisetas eran extra grande y la mayoría no le gustaban.

Sus compañeros de escuela dicen que se sentaba en las sillas al fondo del salón de clases para que nadie se quejara de no ver el pizarrón. Pero lo que más recuerda José es que a la hora del recreo, cuando todos los niños jugaban fútbol, jamás tuvo la oportunidad de meter un gol pues siempre lo condenaban a ser portero.

José, quien estudia su tercer año en producción de medios digitales, creció siendo un joven tímido, reservado y sin muchos amigos. Él era un niño obeso y de baja autoestima. “Yo era la burla de los salones por ser el gordo, o nomás se acordaban de mí por ser el gordito, eso me hacía sentirme mal”, dice José de 20 años.

Hoy en día José es feliz al verse al espejo como una persona delgada, pero no puede olvidar que casi le cuesta la vida llegar a verse así. Él fue víctima de anorexia y bulimia, dos desórdenes alimenticios que cada día son más comunes en hombres.

Por muchos años, se creyó que los desórdenes alimenticios eran casi exclusivos de las mujeres y se conocía que sólo un 10 por ciento de los casos eran en hombres. Actualmente, este número ha incrementado a un 25 por ciento, dice Leigh Cohn, editor de Gürze Books, compañía que se especializa en educación sobre desórdenes alimenticios.

Cohn, quién ha escrito más de 10 libros y artículos sobre desórdenes alimenticios en hombres, dice que aproximadamente un 50 por ciento más de hombres han acudido con terapeutas para recibir evaluación y tratamiento en comparación a lo que sucedía hace unos 10 años.

Al terminar el primer año de preparatoria, José era conocido por sus amigos como el chavo gordito, chistoso y buena onda con peinado de mohawk. Pero el sobrepeso seguía causándole problemas de autoestima, de tal forma que un día, cuando su familia compró una gran cantidad de bebidas energéticas (Powerade) él tuvo una idea para ayudarse a adelgazar.

Por dos meses, José se limitó a consumir bebidas energéticas y agua. Empezó a bajar de peso, a verse menos grande y eso le gustó. Incluso aguantó el dolor al orinar que le provocaba el exceso de Powerade. Le mentía a sus padres acerca de haber desayunado, comido o cenado fuera de la casa o antes que ellos. Un domingo, su familia y él salieron a cenar, no había manera de evitar la comida. “Fuimos a un buffet, por primera vez en meses agarre una pizza y a los cinco minutos fui a vomitarla, sentía que no me cabía nada en el estómago,” recuerda José.

Pero nada importaba, porque se veía mejor en el espejo al ir bajando de peso. “Todo mundo me decía que buena onda que estás adelgazando, ¿Qué haces? y eso fue como un incentivo para adelgazar más y ver que más me decían”, dice José. José se fue convirtiendo en una persona diferente. Yasser Rayas, un amigo cercano que lo conoce desde hace más de cinco años, estuvo siempre con él. Para Rayas, fue difícil ver como su amigo se envolvía en su vanidad hasta convertirse en anoréxico, ver como hacía más ejercicio, comía menos y se demacraba más.

“Ví como iba cambiando, como llegaba al punto ridículo de que ciertas cosas ni las olía porque decía que engordaban. También se la pasaba fumando, escupiendo, creyendo que eso le ayudaba a bajar de peso”, dice Yasser. “Le decíamos en varias ocasiones, que él ya estaba guapo, que tenía buen cuerpo, que él era el que siempre atraía a las chavas, tratábamos de darle incentivos a su autoestima y hacerle saber que se estaba haciendo daño”.

De pesar alrededor de 100 kilogramos, José logró bajar hasta 60 kg (132 lbs) en alrededor de tres meses. Al regresar a la escuela, sus compañero no lo reconocieron. Estaba más delgado pero se quedaba dormido en clases, en su casa, en la mesa mientras comía. La televisión y las tareas eran sus mejores pretextos para tapar sus mentiras. Después se le empezó a caer el cabello, los constantes Dolores de cabeza aparecieron, perdía el equilibrio y se desmayaba constantemente. “Me desmayé enfrente de mis papas y ahí fue cuando se dieron cuenta de mis mentiras y todo, se dieron cuenta de que no comía que no hacía más que tomar agua y líquidos con tal de adelgazar”, dice José. “Cuando vi llorar a mi mamá, que la vi llorando por mi culpa, supe que necesitaba ayuda”.

En los meses siguientes, José acudió regularmente a una psicóloga. Al mismo tiempo un nutriólogo le ayudó a restablecer los hábitos alimenticios. Mary Boggiano, profesora del departamento de psicología en la Universidad de Alabama en Birmingham y ex alumna de UTEP dice que la anorexia nerviosa causa más muertes que cualquier otra enfermedad mental en el mundo, incluyendo esquizofrenia y depresión. “Ellos no pueden cuidarse por sí mismos, ellos tratan de ayudarse pero fallan y fallan. Se va haciendo peor y se sienten aún más tristes”, dice Buggiano.

La sociedad tiene un rol importante en personas con baja autoestima como lo era José, comentarios y puntos de vista de la gente a su alrededor los dañan en un nivel más alto. “Los insultos que la gente ve como insignificantes, la verdad si llegan a afectar a la gente que no es segura de sí misma, o tienen una confianza no muy fuerte. A veces uno piensa que no pero a la larga ves que ahí se fueron quedando”, dice José.

Adriana Rascón, coordinadora del departamento de Ciencias de la Salud Pública en UTEP comenta que el tratamiento para un paciente con bulimia o anorexia debe abordarse de una manera interdisciplinaria, es decir con un grupo de profesionales que incluya un doctor, enfermera, psicólogos y un nutriólogo o dietista. “No se trata de solo poner a alguien a dieta, es ver que sentimientos están causando el problema, si hubo algún abuso u otro factor”, dice Rascón.En El Paso no existe un centro u hospital especializado endesórdenes alimenticios

.De acuerdo a encuestas realizadas por el departamento de Ciencias de la Salud Pública en UTEP hay una necesidad de programas de prevención e investigación en la población de origen hispano y en hombres. Todavía hay mucho por investigar acerca de los hombres y los desórdenes alimenticios, pero el primer paso que debe darse es la prevención,” dice Rascón.

Para José luchar contra la anorexia y la bulimia ha sido una difícil batalla. Él sabe que aunque ya no vomita o se priva de comer, tiene que luchar consigo mismo para aceptarse tal como es ahora. “Después de varios años de haber pasado por eso, hay veces que todavía me siento gordo, pero luego recuerdo que yo soy el único que le tiene que rendir cuentas a mi físico y soy yo el que decide ser feliz como estoy”, dice José.

// IN BRIEF

When Jose Melendez was a child, he always wore extra-large t-shirts and men’s shoes. He grew up with low self-esteem because he was always considered the funny chubby boy in the class. Jose is now a junior digital media production major and a considerably thinner person. He is happy, but he cannot forget how he almost died as a result of anorexia and bulimia, two eating disorders that are becoming more common among men.

Although some feel that eating disorders are more of a female concern, Leigh Cohn, editor of Gürze Books, an eating disorders education company, says that men make up 25 percent of eating disorder cases. For two months, Jose did not eat anything and just drank energy drinks (Powerade) and water. “I saw how he changed… he did not even smell the food because of the fear of gaining weight,” says Yasser Rayas, a close friend of Jose’s.

 

Jose lost almost 132 pounds in three months. He also lost some of his hair, had headaches vertigo and fainting spells. He finally came to realize the serious consequences of his eating disorder. He sought out a psychologist and a nutritionist to establish good eating habits. “After a couple of years I still feel fat sometimes, but I remember That I’m only one who decides to be happy with my body”. Jose said.